Parménides Por Abraham Galarza Cid
Parménides, antes que Platón, estableció las bases del pensamiento filosófico, la clara y contundente lógica con la que estableció “el ser es, el no ser, no es”, está basado en las raíces matemática-pitagóricas de su pensamiento, es decir, que sólo puede manifestarse como ser aquello que, como las matemáticas, sea universal, necesario e inmutable, exclusivamente lo que pensamos de forma racional, mientras que la realidad que vemos, por más que nos duela, es mera apariencia efímera, que ocurre durante un breve instante dentro del interminable fluir del tiempo, que ocurre por mera casualidad.
Así, antes de que naciera 2 + 2 = 4, cuando yo muera: 2 + 2 = 4, hace 500 años: 2 + 2 = 4, dentro de tres mil años en el futuro: 2 + 2 = 4, esto es verdadero para todas las personas de todas las épocas y de todos los lugares.
En cambio, las opiniones solo me atañen a mí, son particulares y como la de cualquiera, cambia constantemente (por ejemplo, las distintas formas de juzgar algo, a lo largo de nuestra vida, desde nuestra infancia hasta nuestra madurez).
Las matemáticas tienen estas cualidades, lo universal y necesario, porque son entes ideales, existen, de acuerdo con la propuesta parmenideana, universalmente en los pensamientos de todas las personas, pero no dependen de sus pensamientos personales, lo que sientan o de las circunstancias en las que vivan; de lo contrario, con su muerte las ideas también morirían.
En cambio, nuestra opinión está atada a las circunstancias que vivimos, expresan una visión singular; otras personas estarán en desacuerdo con ésta.
Una de las implicaciones de su pensamiento es que no hay conocimiento de los entes particulares, éstos se degradan, ya que sólo puede haber conocimiento de lo perene. Sócrates y Platón, especialmente este último, continuaron la propuesta pitagórico- parmenideana y se dedicaron a encontrar conceptos universales y necesarios del amor, la amistad, la justicia, etc.
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